Chica de barrio en la gran ciudad.

El barrio, cualquiera de ellos sea, del puente para allá, es diferente a Capital, aunque apenas lo separen 20 Km. y cuando una nació y creció en un barrio y se muda a Capital, es inevitable que sufra ciertas desventuras. 

En el barrio todo el mundo te conoce, el vecino, el kiosquero, el carnicero y el panadero, todos.  Te vieron crecer, vieron cuando saliste de tu casa el primer día de clases, te vieron cuando saliste con el vestido blanco el día tus quince, se rieron a carcajadas cuando te veían aprender a manejar y sabían que llevabas a tu noviecito de los 16 los martes a las 3 de la tarde cuando tus viejos no estaban. Así que, en un barrio, después de todas estas cosas, es inevitable y casí, casí una obligación vecinal, saludar a TODOS los que te cruzas cuando salís de tu casa.  A todos, sin excepción.  No hace falta con un beso, claro, pero por lo menos se levanta la mano derecha, se esboza una sonrisa y se dice “bien día”, “buenas tardes” o “buenas noches” dependiendo de la ocasión.  Es así, no se discute, es una regala de convivencia elemental en un barrio que se incorpora desde que un nace.

De todos modos, ¿cómo no vas a saludar a Don Cosme, el carnicero, al que le ibas a comprar cuando todavía ni siquiera sabías leer así que cuando llegabas te trepabas al banco de madera, te sentabas con las patitas colgando sin que tocaran el piso y cuando era tu turno, le dabas el papelito con el pedido que había escrito tu mamá y el monedero, del cual él sacaba lo que correspondía y honestamente dejaba el vuelto, lo cerraba y te lo devolvía junto con un caramelo.  Si pasas por la carnicería del ahora hecho mierda Don Cosme y por lo menos no lo saludas con la mano derecha y una sonrisa, sos una reverenda hija de puta.

Pero en Capital es diferente y más si apenas hace un mes que te mudaste y fuiste dos veces a la carnicería en la cual, los tres hermanitos rubiecitos y divinitos que trabajan ahí, atienden a un promedio de 50 personas por hora.  Esos chicos definitivamente no te conocen y menos que menos se van a acordar de vos, así que si pasas por la puerta de la carnicería y ves que alguno justo está mirando para afuera, no hagas como yo y lo mires a los ojos, levantes la mano derecha y le regales una gran sonrisa, porque el muchacho no es Don Cosme y si la próxima vez que vayas te ofrece una tira de chorizos, vas a tener que sonreír intentando disimular tu infinita vergüenza y te vas a tener que joder por boluda.