domingo, 20 de junio de 2010

Malas combinaciones químicas.

Los seres humanos somos el producto de una combinación de químicos, nadie me puede discutir eso. Átomos, moléculas, células, hormonas y no sé cuántas cosas raras más se juntan, se combinan y ahí aparecemos nosotros, y como nunca, ni siquiera en los gemelos, la combinación química que se forma para crearnos es la misma, no a todo el mundo le pega de la misma manera exponerse o ingerir algo que también sea el producto de una combinación química.
 
Toda esta introducción inventada, producto de algo que alguna vez escuché por ahí y me pareció lógico y que ahora repito aunque no sé si tiene algún fundamento científico, es para decir que ME ENCANTA, así con mayúsculas, el vino tinto, pero me pega como el orto. No es por la falta de costumbre porque ceno con una copa de vino todas las noches, pero ya sé que la segunda copa me mata. Tomar una segunda copa de vino tinto es inducirme a ponerme en pedo, ya lo sé, me pega mal. Es así: el ron me pega bien, el vino tinto me pega mal, consecuencia de una mala combinación de sustancias químicas, simplemente.
 
Hoy fue el día del padre y todo lo que tenga que ver con los padres también me pega mal, pero esto no pasa por ninguna reacción química sino por la relación de mierda que tengo con mi viejo.
 
Vinieron a almorzar mis tíos y mis abuelas, nos sentamos a la mesa, gran picada gran, y como era día de evento familiar se destaparon vinos ricos. No de los berretas que se usan para todos los días, sino ricos y aunque sé perfectamente que el vino tinto me pega mal, la tentación fue más fuerte. La segunda copa de Trumpeter llegó antes que los fideos y con ella mi calvario, para no decir mi pedo tísico.
 
El tema es que no me pongo en pedo enseguida, sino que es gradual. De repente se notó más que de costumbre que mi abuelo no estaba, como tampoco estaba mi otro abuelo, ni el papa de mi tío. Están muertos así que ya no estaban ni iban a volver, y extrañé mucho a mi abuelo. Mi mamá se puso a llorar, la abracé y también me abrazó mi papá que ni siquiera había notado que estaba atrás mío y se me hizo un nudo en la garganta.
 
De repente se me vinieron encima estos 28 años sin pareja, sin hijos, sin casa, sin título, sin nada. De repente se me vino encima lo mal que me había ido en el parcial de ayer y me serví otra copa de vino. Llegaron los fideos, estaban ricos y me serví otra copa de vino.
 
Mi abuela trajo una torta y se me vino a la cabeza que en un par de años mi abuela tampoco va a estar más y no me va a hacer más tortas, que se va a ir alguien que me quiere de una manera tan incondicional como para decir que soy su nieta preferida adelante de cualquiera, porque nadie es eterno y lo trato de pensar seguido porque sé que cuando eso pase se me va a ir una parte de mi y va a ser demasiado duro, así que trato de irme preparando desde ahora, pero no es algo que deba hacer cuando tomo vino.
 
Mi hermano empezó a estimar fechas de cuando se iba a convertir en padre él. En dos años.
 
Para este entonces lo que pasaba ya no sucedía, sino que eran imágenes, flashes, no entendía mucho nada, pero me serví otra copa de vino.
 
Mi otra abuela, la desubicada, empezó a hablar de mis supuestos hijos. Yo dije algo como que ya me había resignado a que no voy a tener hijos, ni marido, ni casa grande con nenes rompiendo las pelotas y perros cagando y meando por todos lados, y mi abuela me dijo “¿pero como?, vos no eras la que decía que aunque no tenga un marido no se iba a privar de la posibilidad de ser madre, que te ibas a inseminar y a tenerlo sola?” y yo dije “si, decía eso, pero lo estuve pensando mejor y llegue a la conclusión de que no es justo. Todos los hijos necesitamos un padre y una cosa es decirle a un hijo ´tu papá se fue a la mierda pero es Fulano de Tal, si querés podes buscarlo y putearlo` pero otra es decirle `no sé quien es tu papá, yo me encapriche en que quería tener un hijo así que se podría decir que tu papá es un tubo de ensayos con esperma congelado. Además si me llega a pasar algo a mi, ¿quién se haría cargo de ese chico?” y mi tía que también me quiere de manera incondicional, tanto como para dice que yo soy su sobrina preferida, que estaba escuchando lo que yo decía desde la cocina, gritó “yooooooo! Yo lo cuidaría si a vos te pasa algo”. Sonreí, me levante, la abrace fuerte y fui al baño. Lloré. No podía parar de llorar y lloraba y lloraba y lloraba. Salí del baño y me serví otra copa de vino.
 
Ya no entendía qué hablaban. Las palabras me aturdían, eran un murmullo molesto y en ese momento supe que era el momento de irme porque se avecinaba la peor parte. Dije que me iba a dormir la siesta y me fui a mi pieza. Me prendí un pucho, le di un par de pitadas sabiendo que era lo peor que podría hacer. Sumar más químicos a una mala combinación química es una bomba de tiempo!
 
Me empecé a marear, se me nubló la vista, no podía caminar, me caía, me dio miedo, mucho miedo, una sensación rara de pensar que me iba a morir pero sabiendo que no me iba a morir de verdad, pero lo sentía, sentía que en ese momento me iba a morir y me atacaron los pensamientos: mi abuelo que no estaba, mi papá que no me sabe querer, mis 28 años, mis hijos que no van a ser, la torta de mi abuela, el abrazo de mi tía, el deseo de mi mamá de ocupar en mi vida el lugar que ocupa mi tía y que no puede ocupar porque no es mi tía, mi soledad, mis miedos, mi tristeza, mi hermano que pronto se va… me aturdían, quería que se fueran, quería estar en blanco. Me acosté y llegó la peor parte, o la mejor.
 
Como pude me levanté y fui al baño. Me senté en el bidet, me agarré el pelo y vomité. Vomité el vino, la torta de mi abuela, mis miedos, mi angustia, mi soledad, vomité el parcial de ayer en el que me fue mal, el hijo que no tendré, el abrazo con mi papá que hubiera querido que fuera más fuerte, la cara de mi mamá que dice que se muere porque la abrace como a mi abuela o como a mi tía, la falta de mi hermano, la tristeza por que la historia con Martín no haya tenido el final feliz que esperaba y por fin dejé de vomitar. Me lavé la cara, la boca, tomé agua y me sentí liviana. Todo lo malo se había ido así que me acosté y pude dormir en paz.



10 comentarios:

  1. Un round de "cariño" con la familia.

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  2. Solcito... es así... el vómito es liberador... no hay nada mejor que unos cuantos vasos de vino y un buen vómito después de llorar un rato y todo se va por el inodoro... por lo menos por unos días te sentís mas liviana... si lo sabré...!!
    Pero no es para todos los días... la costumbre no es buena... sólo para contadas ocaciones... cuando no das más...!
    Un beso grande... muy grande...!!!

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  3. Ahora entiendo taaantaaaasss cosas!!!

    Deberia aprender a vomitar mas seguido.... y no por exceso de comida hablo ehh

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  4. A mi papá le gusta el vino (no es borracho, aclaro). Si te comenta, por ejemplo, sobre una ciudad que visitó no deja de mencionarte si el vino era bueno o malo.

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  5. De vez en cuando es sanador agarrarse una buena curda.

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  6. Hay una combinación química que puede hacer que tus penas desaparezcan...

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  7. Anónimo compartí la receta... somos muchos con penas...:(

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  8. Estimada Reina, la formula que tengo es con Sol únicamente.

    Ella es la magia.

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  9. Anónimo... me encantó esa respuesta... ojalá la magia se realice....!!!
    Un beso

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  10. No se cómo llegué a este post, supongo que por pura casualidad y embole, pero, qué buen post! me emocionó y me identificó en muchas cosas...
    en fin, gracias! voy a vomitar un poco yo también que falta me hace!
    Salud,

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