jueves, 17 de junio de 2010

Siempre presente.


Como lo extraño, no se imaginan cuanto, y no por los personajes o por lo que me pudiera hacer reír en cada obra de teatro. No extraño a Milagritos, ni a Palito, ni a Sabino, ni a la Mega, extraño a Fernando Peña, el que cada día me hacía pensar, ver las cosas de otra manera, el que me hizo abrir la cabeza con cosas como estas.

Hoy hace un año que se murió y todavía no lo puedo creer. Obviamente no lo conocía personalmente ni me considero una fanática, pero fue alguien que me marcó muchísimo y va a estar siempre presente en mi vida y en mi corazón.

En el link de ahí arriba hay unas notas que había escrito para Critica que pueden ver si tienen ganas y acá les dejo la que más me gusta a mi.





El otro sin vos por Fernando Peña

¡Ya no hay más hombres!”, gritan las mujeres. “Las minas son todas unas histéricas”, se quejan los hombres. “¡Yo no me siento un puto común, como el resto de los putos que son todos huecos!”, decreta un puto. “No me gusta la torta masculina, marimacho… quiero una mujer como yo… femenina”, se le escucha decir a una tortillera.

¿Por qué no aparece lo que estamos buscando? ¿Estaremos buscando con ganas de encontrar? ¿O es simplemente un relojeo frívolo que nos sirve como excusa para seguir justificando nuestra soledad?

El complejo de inferioridad que produce la modernidad, la incertidumbre de tener que ubicarnos en algo que no somos, nos lleva a la deshumanización y a la despersonalización. Los tics y las costumbres que hemos adoptado últimamente para parecer mejores hacen que estemos ajenos a nuestro ser, a nosotros, a nuestro carozo. Me tiene aburrido el discurso de la mayoría de la gente que balbucea sin ganas que es mejor estar solo que mal acompañado. Refuto, contraataco y contradigo esa afirmación absurda. Voto por estar mal acompañado a estar solo. No hablo de estar en soledad, estar en soledad es en cierta forma estar en paz… es reconfortante. Hablo de estar solo, solito y tu alma… solísimo… vos y vos sin vos… un puntito perdido. Es espantoso. Angustiante. Desesperante.

Casi como viendo nuestra imagen en una pantalla gigante diciéndonos a nosotros mismos que para estar mal con alguien prefiero no estar, seguimos estando solos. Es increíble cómo el miedo a acercarse al otro es mayor al miedo de permanecer solitos. También es increíble que sigamos buscando a esta altura de la soirée al príncipe azul y a la Cenicienta. ¿Todavía no quedó claro que no hay ni príncipes azules ni cenicientas? ¿Qué es una relación ideal? Mientras tratamos de encontrar a una persona física, tangible y concreta flotando dentro de esa utopía abstracta, pasan los días y estamos solitos.

Escribo sobre esto porque ayer celebré el cumpleaños de una amiga en mi casa. Mi amiga cumplió 55 años y fuimos un grupo de amigas y maricones a comer afuera. Para después de comer tenía enfriándose en la heladera unas botellas de champagne y una torta con la triste vela que resume la gran cantidad de años que alguien está por cumplir (esa velita es patética, es como que ya damos por sentado que no lo queremos al otro lo suficiente como para plantar 55 velas en un bizcochuelo o que no le van a dar los pulmones porque ya está viejo). Llegamos a casa, descorchamos el champagne, el corcho voló, alguna se ilusionó con casarse, hubo gritos histéricos, risas de hiena, y no faltó el seudodiscjockey que se animó a animar la triste reunión de nosotros doce.

Se escuchaban quejas y reclamos. Se escuchaban conjugaciones gramaticales rarísimas como por ejemplo: “¡Mirá lo que sería tener a George Clooney acá con un ramo de rosas, que te lleve a comer y después a un hotel divino y pasar la noche con él!”, gritó una. “Dónde hay un hombre…”, gritaba la otra. Raffaella seguía a garganta viva. Las chicas y las maricas fumaban compulsivamente. Humo, Raffaella, huecos, vergas, cenicientas y príncipes azules… Sentí la pata de elefante en el pecho, pedí disculpas y subí a mi cuarto. A las dos o tres horas subió mi novio a preguntarme qué me había pasado. Le conté. Nos fuimos a dormir.

Al día siguiente escuché un gorrión, abrí los ojos y estaba el cielorraso. Me acordé de la noche anterior, del circo romano, de la cantinela de los solos, de la euforia, de Raffaella y sus gritos y de la eterna justificación de por qué no estoy con alguien. De pronto sentí frío, sentí el enojo de mis amigas, escuché el portazo de cuando se habían ido. De pronto empecé a recomponer el rompecabezas. De pronto me acordé de que otra vez , s e gún ellas y mis amigas maricas, yo había estado como el orto y fuera de lugar. Yo, el mismo agresivo de siempre. Yo, q u e e n un momento antes de sentir la pata de elefante me había parado en el medio del living y había dicho “¡Déjense de joder con ese discurso barato de porteño hiperpsicoanalizado. Hay machos, hay minas y hay putos. Enfrenten su pánico a que les vaya como el orto en una relación y su pánico a sufrir. Acepten que sólo conciben una relación si ‘dura’ lo suficiente como para que sus cabecitas reconozcan que fue una relación. Chicas, una relación puede ser encamarse hoy, amanecer mañana, almorzar y estar dos semanas juntos… y ya tuviste un novio… y fue tu novio… Tal vez no el que querías, tal vez no el príncipe azul. Pero te garchó, hubo ansiedad, adrenalina, esperanza, desilusión, llamaditos, no me… Y eso ya es una relación, es vivir. Me tienen las pelotas llenas, están muertas en vida. Me voy a dormir”.

Eso fue el jueves. Hoy viernes a las 6 de la tarde, escribiendo esta contratapa, sostengo que hay un miedo al cual no le estamos prestando demasiada atención. Es el miedo a que nos vaya bien en una relación. Es el miedo a coger. Es el miedo a las diferencias del otro, a su aliento, a su vida, a su historia, a sus manías. Una relación pasional, una unión sexual y afectiva no se logra luego de una construcción mental, no sucede después de las reglas aparentemente sensatas que propone nuestra vergonzosa omnipotencia. Creo que no. Creo que una relación, una pasión, aparece y sucede cuando no tenemos miedo y estamos abiertos… y aquí me preguntarán: ¿y cómo se hace para no tener miedo?

No sé cómo se hace pero te puedo explicar lo que yo siento. Siento miedo a estar solo. Siento ganas de coger, de tener mariposas en el estómago, de enfermar juntos de lo que sea… de pasión, de pestes… Tengo miedo de seguir sosteniendo mi vida solito y de no tener la valentía de que otro me la pueda llegar a robar, tengo ganas de que el otro me robe la vida, tengo ganas de dejar de ir a comer con un amigo como le había prometido, de cagarlo, de fallarle, de mentirle porque el amor que siento por él me tira de las tripas. Y si mi amigo no me entiende que se vaya a la mierda. Resumiendo: tengo pánico de tener miedo, el miedo que no tienen los solitos… a estar solitos.

La histeria, la obsesión por estar sanos, por no dejarnos invadir, hace que muchos estén solitos. Enfermate de una vez, apestate. Que te traguen la vida de un bocado y perdete en la inmensa oscuridad del otro. Ese miedo, ese vértigo, esa caída libre, se llama permitirte enamorarte.











10 comentarios:

  1. Que puto lindo.
    Me hizo pasar por mil estados, amor, odio, risa, bronca y mil mas, hasta se me pianto un lagrimon cuando lo vi en vivo y hacia un triste personaje cubano.
    Un fenomeno!
    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Como dice Petardo, "Qué puto lindo."

    Como pasa el tiempo, es increíble.

    ResponderEliminar
  3. Yo sí lo conocí... estuve con él una vez en una marcha y varias veces lo crucé por San Isidro...
    Lloré cuando murió... era de esas personas que creías que no podían morir nunca...
    Excelente esta nota... gracias por compartila... y los links para seguir leyendo...
    Personas inteligentes así no deberían morir... está tan lleno el mundo de boludos que indigna...
    Un brindis por Fer...!!!
    Un beso grande

    ResponderEliminar
  4. Yo no tengo idea de él. La verdad. Nunca vi ningún espectáculo suyo, ni escuché su programa de radio, nada. Pero sí leí de él un artículo en el diario Crítica titulado "Leer y escribir". Fantástico. Resumió uno pasión difícil de expresar.

    ResponderEliminar
  5. Guau, quizás sea que todos tienen ese miedo, sólo que algunos se permiten la valentía de volar alto y estrolarse de manera acorde. Me encantó. Besos.

    ResponderEliminar
  6. Perderse en la inmensa oscuridad del otro.
    No nos animamos no?
    Yo también lloré cuando murió. No puedo creer que ya paso un año.

    ResponderEliminar
  7. Yo hice la gran Peña y me anime. Me tiré de cabeza, le regalé mi corazón para que hiciera con él lo que quisiera y lo disfruté muchísimo, no me arrepiento para nada, pero a veces el otro no está preparado para recibir tanto...
    También hay que saber que esto no tiene final feliz asegurado.

    ResponderEliminar
  8. Sol... acabo de conversar eso con una amiga... no se si es miedo al compromiso que se genera al recibir... pero me doy cuenta que la gente tiene miedo, miedo de recibir... no están preparados y los toma por sorpresa... o sienten que tienen que dar en la misma medida y no están dispuestos... o desconfían... no sé... es un tema para una encuesta, tal vez... a ver qué pasa...

    ResponderEliminar
  9. No sé si es un miedo o una excusa, de todos modos creo que son ellos los que se lo pierden porque no hay nada más lindo que estar enamorado, entregarte a alguien de cuerpo y alma y ser correspondido, pero para que eso pase, hay que arriesgarse

    ResponderEliminar

Diga nomás